En el proceso de realización de un proyecto cinematográfico, el acto de manipular el tiempo se transforma en una cadencia enajenante que va en contrapunto con la significancia de habitarlo. Me explico; al concebir sucesos, ya sean ficticios o documentados, caigo en interpretar mis experiencias con disfraces que hagan la distancia entre el yo y lo creado o documentado, con el fin de que la obra comience a autodefinirse y materializarse como una entidad autónoma. No habito su tiempo, sólo lo ideé. Es comparable con el surgimiento de la vida; la aniquilación atómica comienza porque existe una ley anterior que la obliga a desarrollarse. Una ley natural que estructura todo tejido, pero en donde cada partícula toma su propia identidad evolutiva a partir de la multiplicidad de factores, desarrollando múltiples formas y contenidos que toman rótulos de entidades singulares generatrices “del todo y la nada”.
Concebirse como un desarrollador de formas es la herramienta que tengo para manifestar mis subjetivas observaciones y posteriores creaciones, sin caer ni en rebuscadas proporciones ni en redundancias cinematográficas.
¿Para ser un buen cineasta hay que ser un estricto cinéfilo?
No lo creo. Creo que tiene que ver mucho más con la absorción y concepción de imágenes que superen la subjetividad (sin obviarla) y se conviertan en una lengua perteneciente a un lenguaje universal. Pero creo que para llegar a esta etapa se debe haber pasado por un inicio seudo cinéfilo. Debe ser limitante el hecho de concebir una idea y cualquier tipo de fotogenia a partir del resultado de otros realizadores cinematográficos; “viste esta película… yo quiero algo muy parecido” se convierte en el dictamen de creación.
La comparación entre las obras es materia para críticos y espectadores, lo cual no es algo aislado del cine, sino más bien otra lengua del mismo lenguaje que sin duda no debemos obviar; observaciones subjetivas sobre una entidad singular que alimentan el intelecto y desarrollo creativo.
John Cassavetes
En la búsqueda de formas para poder exponer cinematográficamente una idea, cualquiera sea su vertiente, encontramos el momento en donde el cine se compromete como una herramienta dúctil e interpretativa. Un pincel cargado de movimientos y formas del cómo absorber el contexto. Y si se suma un trabajo contextual que diverja de las formas escolásticas industriales, como es el caso de la dirección de actores de Cassavetes y la cámara rigiéndose a los hechos y actitudes de los mismos, obtenemos una especie de nuevo diseño de formas y contenidos. Cassavetes fue un generador de fórmulas interpretativas de la realidad y de su representación; configurar escenas como autárquicas dimensiones cargadas de emocionalidad, le otorgan a sus películas un estadio de ensoñación y subjetividad de la absorción del tiempo. Una especie de recuerdo real, como acto. Por ejemplo; en Minnie and Moskowitz el tratamiento es más bien escenas de planos secuencias que logran identificar el aislamiento que sufren los personajes de sus entornos. El paso de los días se torna insignificante para la intensidad de las relaciones. El tiempo interno de las emociones en contrapunto con el tiempo seudo lineal católico apostólico y romano. El tiempo del recuerdo no es más que la fragmentación del mismo en pro a la remembranza del momento emoción.
A su vez, se van generando diferentes líneas de acción en donde cada aparición de un nuevo personaje es más bien un elemento catalizador en la historia que no sólo afecta a los personajes sino también a la identificación del espectador.
La música tiene un lugar importante en la búsqueda de un misticismo e intelectualidad en escenas que funcionan como puntos de giro dentro de la narratividad de la obra; Jazz, Beebop, Cool y Blues. Elementos similares y revolucionarios poseen estos estilos de música con el estilo cinematográfico de Cassavetes (al igual que la mayoría de los realizadores de
Considero que Cassavetes fue un aventajado en tiempo y territorio, lo cual hizo que su creatividad se envalentonara con todo el contexto político social de esos años. Pero en su cine no existe ni el burdo homenaje ni la caricaturesca apariencia de un ciudadano estadounidense. Es más bien la decadencia natural del ser que se desvanece en los vicios controladores de las masas consumistas y claro, EEUU es la cuna de todo esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario