Todo empezó hace muy poco tiempo. Recuerdo que tenía unos veinte mil en la billetera. De pronto, entré por esa puerta. Maldito el día en que me fijé en esa puerta. Puerta de acero con listones, amenaza abrupta de libertad. Tres Tipos con traje de morgue. ¿Qué tiempo pagas para matar? Sabía de los veinte mil desde que me puse la ropa. ¿Alcanza para librarme?. Tres Tipos aceptó la demanda. Quería verle por última vez como a mí mismo. O quizás, sólo buscaba una manera de gastar. Bien gastar. Mal gastar. No sé gastar. Todo quedaba entre él y yo. Siempre creí en eso de morir por alguien. Yo estaba dispuesto a aceptar que diera la vida por mí. Pero ya era tarde, ya lo había hecho por alguien o algo. Eso me dijeron, pero ya no recuerdo.
¿Dónde esta el Antiguo Demente que Cuida el Bosque Frondoso?. Buscaba en mi ropa algo más que veinte mil. Lo sabía. Tres Tipos me dio la señal, era el tiempo de partir. Me condujo hasta la puerta trasera. Pude percibir en su rostro una sonrisa de frialdad. La he visto cientos de veces, pero por vez primera sin dibujar. Me dijo algo relacionado con un inicio y un fin, en el cual yo no podía participar. ¿Por qué?. Habló acerca del frondoso bosque y la búsqueda del antiguo demente. No lo podía creer, ya sabía él por qué me llamó la atención esa maldita puerta. No fui yo, fue Tres tipos. Maldito manipulador. Pero ¿cómo?.Mi debilidad se mezcla con el eclíptico malestar de la existencia del Antiguo. Debo buscarlo. Encontrarlo. Bajé por las escaleras caracoidales hechas de lomos de centauro. Cada pisada interpretaba la dualidad de mi movimiento. Equilibrio espeluznante entre ascender y descender. Luego la nada. En verdad el todo. Nada de lo que se encontraba inmerso en la totalidad me era familiar. Colores que no podía visualizar, sólo se interpretaban en mí como tejidos que acariciaban mi piel. El tacto se transformó en mi mayor sentido de dirección en este espacio. Los ojos me explotaron en el instante en que los hice innecesarios. Mi andar levitante me excitaba de sobremanera. Entonces imprimí velocidad a mi inconciencia. Sentía la mutación de mi cuerpo. Todo giraba en torno a una imagen. La búsqueda se hacía inminente.
Encontré el Bosque Frondoso bajo el andar de la serpiente. Logré acariciar las copas más altas para luego deslizarme sobre sus ramas. Todos los obreros de la carne vinieron a mi encuentro. ¿Me esperaban? No importaba. Uno de ellos, el más viejo, entró en mí diciendo: “el Antiguo Demente espera, debes convertirte en el vaporoso seguidor”. Que fantasmal es el estado del primer coma, de la primera pincelada de realismo sin sistema. La transmutación está casi completa, mientras avanzo y retrocedo hacia el Antiguo. Es extraño comenzar a intelectualizar las formas en la desafortunada búsqueda de un contenido, de un por qué para el qué o simplemente una respuesta que satisfaga mi maltraída sinapsis. SILENCIO me dijo el obrero de la carne; “ya es el momento de encontrar al antiguo, ya es momento de conocer”. Me rearticulé lo más bello que contempla mi estética, mi homeostasis ya está realizada. El Antiguo Demente que Cuida el Bosque Frondoso me cuenta de la pertinencia de Tres Tipos en el fractal universo y de la importancia del equilibrio no binario; cruel y buen samaritano pertenecientes a una unidad que no contempla conflictos. “Es hora de encontrar el sistema particular de purificación; Tres Tipos, el Antiguo Demente que Cuida el Bosque Frondoso y la Humanidad son el mismo sistema, la diferencia está en los niveles de complejidad. Ve y cuéntales a los más incrédulos, la idea es que siga siendo un secreto.”