3/6/08


“PEJESAPO” de José Luís Sepúlveda

El hacer cine; la metáfora y la representación.

En el hacer cinematográfico se encuentra la convergencia de variados lenguajes- algunos más relacionados con un manifiesto de arte, otros con el desarrollo de algún cuestionamiento o acción humana- que arman una totalidad audiovisual que denota y connota una posición espacio temporal del realizador; se expone una lengua dentro de las enésimas que posee el lenguaje del cine.

Por su parte, la crítica ha desarrollado categorías para una mayor maniobrabilidad de éstas enésimas, aglomerando técnicas y formas narrativas similares en géneros, temporalidades, ubicaciones, etc.

Ahora nace mi primer cuestionamiento: ¿Cómo clasificar el filme “Pejesapo” de José Luís Sepúlveda sin dejar de lado ninguna característica fílmica?

Documental, Ficción, documental ficcionado, documental social, ficción social…

Todo se inicia como una fábula popular, en donde el protagonista es rescatado por unos autóctonos de la ribera del río Mapocho; luego sabemos que fue éste último el que lo encalló en su orilla después de haber “navegado” quien sabe cuanto en su intento de suicidio. Se une una realidad visual con una versión metafórica subjetiva de la acción.

No deja de ser interesante la retórica utilizada, ya que hace subjetiva una realidad, convirtiéndola en una verdad. Una comparación desmedida, pero efectiva hacia este punto, es la Biblia y su Apocalipsis; subjetiva forma de describir un juicio con caballos encendidos que bajan desde los cielos, y en donde los fervientes seguidores lo convierten en una verdad sin cuestionamientos.

Aquí nace un punto de inflexión o, mejor dicho, un punto de convergencia entre realidad y verdad. ¿Qué es real? ¿Qué es verdad? ¿Lo real es verdadero? Creo que en el estadio fílmico estos dos conceptos son amantes enemigos que juegan en una relación de poder, ya que en la subjetividad de cada experiencia fílmica se crea una imagen verdadera de lo absorbido como realidad; la realidad es lo verdaderamente absorbido y la verdad es la realidad subjetiva. Creo que cada ser humano asume como realidad lo que para él es moral, ética y culturalmente verdadero; una ficción verdaderamente real.

Volviendo al filme en cuestión, comienza el concepto de ficción a entregar todo un universo donde las posibilidades son acotadas por los rasgos de verosimilitud y contingencia del entorno en donde se desenvuelve la narración. Esta contingencia de estrato social marginado le entrega rótulos de registro documentado, lo cual se suma a la utilización de personajes que se autointerpretan.

Al registrar con una “torpeza técnica”, que se suma a lo antes descrito, se genera una mirada que se asimila a un laxante golpe en las vísceras clásicas occidentales del hacer ficción; no es la utilización del recurso en la narración, sino como el recurso utiliza a la narración para “ridiculizar” a la doctrina.

Por otra parte la contingencia de este filme le entrega características de un Cine Social; un retrato subjetivo de la experiencia de habitar en un estrato marginado. Es comparable al concepto que se utiliza en el urbanismo de Vivienda Social, en donde la solución habitacional se caracteriza por los bajos recursos en materiales y espacialidades, en donde el despliegue arquitectónico responde al ingenio del realizador del proyecto y al conocimiento en terreno de las problemáticas de los habitantes. En “Pejesapo” se connota el proyecto de conocimiento sin caer en caricaturescas burlas hacia una parte de nuestra sociedad. Se muestra sin enjuiciar, pero dando una posición frente a las diferentes situaciones, una construcción de bajo recurso técnico que conforta al discurso diegético.

Introduciéndome en un análisis más técnico hacia la obra, me parece relevante el montaje como fuente emocional inagotable que destruye todo ritmo sin perder continuidad. El argumento viaja con el personaje imbuido en esta catarsis sin destino claro que destruye toda forma occidental tradicional de contar una historia; sin caer en un realismo mágico tan asociado a nuestra condición como Latino Americanos, sino más bien en un realismo subjetivo verdadero y local, cuenta una historia cargada de elementos representativos de nuestra idiosincrasia marginada.

El sonido no queda impune a la “decadencia” técnica; sucio y asincrónico en algunos pasajes, conlleva una carga desvinculante hacia el espectador, recordándonos que estamos frente a una obra fílmica que carece de preocupación al momento de lograr una identificación clara con los personajes.

No es hacer cine por una satisfacción creativa individualista, es más bien un discurso cargado de sentido político social que no enmascara una realidad particular, sino más bien particulariza un estado social marginal, denotando en acciones el sentir de un personaje que lleva el peso de representar una insatisfacción con lo burguesmente establecido.

He aquí el valor empírico de este filme; creo que como realizadores cineastas debemos lograr empatar nuestra imperiosa necesidad creativa con el discurso de nuestro entorno para lograr una especie de vanguardia en donde nuestra idiosincrasia diferencie nuestra manera de contar una historia y la haga perteneciente. Desde un experimento hasta la representación más naturalista, debemos sensibilizarnos frente al desarrollo de una nueva imagen que no esté cargada de arquetipos y significados provenientes de otras culturas e industrias.

Es utilizar el cine en su sustancia; es utilizar un lenguaje industrial universal desarrollando una lengua propia.